Imagen tomada de Internet
(ignoro autor)
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La encontré.
La utopía encumbrada al cielo del Olimpo
me desveló la duda
y supe que era Ella.
Anduve por el mundo
pisando sobre flores a mi paso
en busca de la rosa inexistente,
esa mujer de pétalos abiertos
que nunca se cerrasen.
Quimera que soñaba
en cada atardecer de mis fracasos;
los hielos en la boca,
el alma agonizante
y el fiasco del amor una vez más
en labios secos.
Mas…
esa tarde, se abrió a la luz mi ventana
rasgando las tinieblas
y se acalló la voz que la nombraba.
Estaba junto a mí
como otras veces,
igual que una sirena
que se la puede amar sin recibir
más que un beso furtivo bajo el agua.
Y comprendí que basta el ideal
de amor que sólo es mío;
limpio, puro, sin
más alternativa
que la contemplación sabiéndola feliz
y mía en el espíritu.
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