sábado, 16 de octubre de 2010

EL MAR DEL INFORTUNIO







Cuando se vive sólo en los adentros,
el dolor es tan fuerte,
tan amargo,
que llega hasta la hiel y la envenena,
retuerce las entrañas,
se muerde el corazón
y se siente hasta placer pisándose la sombra.


La sonrisa, intenta ser amable
y el rictus de los labios
tan solo es una mueca que enmascara.

La mirada se esquiva,
y los ojos,
– con el ceño fruncido –
escupen al azogue los reproches.


No hay descanso en el alma
que engulle sus pesares
y navega sin rumbo
el bote con escora
perdida la derrota en un mar de tempestades.

No, no hay descanso, no.

Ni pócima que sane dolencias del espíritu,
sólo el rayo rasgando la tormenta
sesgará sus velas
y acabe de una vez con su naufragio.
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             Carlos Serra