jueves, 30 de abril de 2009

Mientras descanso (prosa poética)





Tendido en una hamaca bajo los pinos, en este tiempo de verano es una caricia que adormece los sentidos, más, si como ahora, un airecillo suave refresca el ambiente.

Hoy no estoy en la playa y contemplo solazado desde mi terraza los picos, esculpidos por el tiempo, que conforman enormes verticales en la Montaña Sagrada de Cataluña: Montserrat.

Frente a mí; el bosque de coníferas, robles y encinas. Arces, algunos chopos, eucaliptos y madroños. (Jugábamos al escondite tras sus fustes) Entre el matorral serpentea el caminito por la empinada vertiente hasta el arroyo.

Y en el jardín: abetos, piramidales, tuyas, desmayos, sauces, mimosas... y diría más. También el estanque con peces de colores; su islita, nenúfares donde sestean las cuatro ranas, y el pequeño surtidor; En los bordes, macetas de margaritas, hortensias, geranios, dalias… Mi madre tiene razón, se está bien aquí.

Me entretienen las ardillas viéndolas saltar de rama en rama (Cuánto le gustaba observar su habilidad en abrir las piñas para extraer su alimento)

Entorno los ojos y es un placer dejarse llevar por el pensamiento, recordar, revivir en la memoria aquellos días cuando la distancia en el tiempo borra los desdenes.

No se memora lo sufrido y sí la dicha gozada mientras fue mía, la embriaguez en sus besos, la caricia, sus pupilas prendidas en mis ojos y las noches de amor meciéndome en sus ondas. Aún lo vivo, y la vivo, y me hace feliz en la añoranza saber que un día lo fui, aunque alguna lágrima furtiva me asome sin querer.

¿Y su risa?
Aún cosquillea en mis oídos aquel trino.
¡Cuánto la quise! ¡Cuánto me quiso!
Pero fue un pacto tratado desde siempre. Ella tan joven y yo…
ya viejo.

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Carlos Serra
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