El sol luce en el cielo igual que ayer,
mas, son ciegos mis ojos a su luz
envueltos en la niebla
que ofusca el pensamiento;
Porque hay días umbríos en el alma
-cuando ésta se anubla-
si pierde su latido el corazón cansado
en el registro hueco de la vida.
Voy y vengo sin saber a dónde ir,
sin ruta ni destino,
quizá al profundo abismo que me aguarda
y encuentre en su garganta mi reposo.
Presiono mis oídos con las manos
para acallar el grito que me aturde,
desgarra, envenena y resquebraja
con la silente voz como condena.
Y memoro los besos que nos dimos
sembrados en papel y letras en el viento
sin entender por qué cerró la puerta
y condenó mi sombra al frío eterno.
*
Maldito sea el amor que me lacera
por el abstruso adiós a nuestras cosas
que destierra del alma primaveras.
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