jueves, 9 de junio de 2011
EL AMOR DE UNA SIRENA
Ya no hay poesía en mi decir
más allá del epitafio
por el amor de una sirena.
Dos mundos diferentes nos separan
y de nada valen
los besos deseados
ni el fuego que nos quema el corazón.
Ya no me basta verla de lejos
o el eco de su canto
que escucho en la espiral de caracolas.
Réquiem por un amor en embrión
sentenciado a ser nonato
que condena de igual modo mi poesía
y merece el epitafio:
¡Qué bien están los muertos en sus nichos!
***
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