La inocencia que siempre va conmigo
no ceja en renovar las esperanzas,
y así, un año y otro
me aferro a los designios
que al paso por mi senda
asomen tramo a tramo.
Siempre, y cada año, olvido la razón
y la experiencia cede
al mundo de lo abstracto y sueños de cristal;
castillos en el aire
que el viento desvanece como al humo,
pero insisto y las uvas,
una a una, acompañan al tic-tac
de los relojes
y al toque de campanas de las doce.
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Qué siempre os vea plenos de ventura, queridos amigos.
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